Cada año hay millones de muertes en el mundo a causa de diferentes tipos de cáncer. Hoy 4 de febrero, se conmemora el día mundial contra el cáncer con el fin de hacer conciencia y conocer qué acciones podemos tomar para evitarlo.
Para conocer cómo afecta el cáncer en México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reporta que en 2021, 90,123 personas murieron a causa de tumores malignos. Cada año se detectan 195,000 casos nuevos, los de mayor incidencia son el cáncer de mama y de próstata, seguidos de colon, linfomas, de tiroides, cervicouterino y pulmón.
Esta enfermedad puede ocurrir por factores internos como defectos genéticos que heredamos y por factores ambientales o adquiridos como la radiación, infecciones, el tabaco o la dieta. Solamente del 5 al 10% del cáncer se relaciona con factores internos, que no se pueden modificar. Por otro lado, 90 a 95% se asocian con factores ambientales, lo cual nos dice que nuestros hábitos de alimentación, el consumo de alcohol, el tabaquismo y las infecciones, influyen en gran medida en su desarrollo. Mientras que no podemos cambiar nuestros genes, sí podemos modificar nuestro estilo de vida. Con estos datos vemos la importancia de concientizar las acciones que podemos tomar para evitar una afección tan letal como el cáncer.
Como tal, no existe una causa específica para el desarrollo de esta enfermedad; usualmente resulta de alteraciones en nuestros genes, cambios en el metabolismo, inflamación crónica, exposición a sustancias tóxicas y conductas como mala alimentación o alcoholismo.
Algo que tienen en común los factores de riesgo para el cáncer, es que provocan inflamación en nuestro cuerpo. La inflamación es una reacción normal del sistema inmune hacia una herida, lesión o infección. Para defender al cuerpo de esas amenazas produce varias sustancias químicas y así logra eliminarlas. Pero cuando hay una amenaza que no se elimina, el sistema inmune no interrumpe esta reacción y esas mismas sustancias que libera para atacar, comienzan a lastimar a nuestro cuerpo.
Para entender mejor lo anterior, imaginemos que nuestro sistema inmune es un ejército preparado para defendernos de bacterias, virus, heridas, etc. Y una vez que elimina la amenaza, simplemente está alerta, pero ya no ataca. Si por otro lado, nuestro ejército detecta un peligro que persiste en nuestro cuerpo, como puede ser el tabaco, alcohol, una alimentación desequilibrada o un exceso de grasa corporal, el mismo ejército (la inflamación) puede dañar a varios órganos para poder deshacerse de lo que nos afecta. Este daño a los órganos, puede llevar al desarrollo del cáncer al alterar la información genética de sus células.
¿Cómo se relaciona el cáncer con la alimentación?
Tanto los componentes de nuestra alimentación, como la composición corporal, especialmente el porcentaje de grasa, y el nivel de actividad física que realizamos, pueden contribuir al desarrollo de esta enfermedad.
Una alimentación desequilibrada puede provocar que la grasa corporal aumente, este exceso puede llevar a alteraciones metabólicas como la inflamación crónica, la resistencia a la insulina, variaciones hormonales, entre otras. Particularmente, se ha visto que un patrón de alimentación occidental (imagen 1) es responsable del 30% de todas las formas de cáncer. La occidentalización ha cambiado nuestra forma de comer, pues la comida rápida, chatarra y ultra-procesada es accesible y va acompañada de estímulos publicitarios que nos incitan a ingerir estos productos, un estilo de vida sedentario, con poco tiempo para cocinar y mucho estrés.
Imagen 1. Patrón que se caracteriza por un consumo excesivo de proteína animal, alimentos procesados y ultra-procesados, grasas saturadas y trans, azúcares refinados, una ingesta baja de frutas, verduras y cereales integrales. Lo que la hace rica en calorías y la vincula con obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión arterial, dislipidemias, cardiopatías y cáncer.
Por otro lado, hay carcinógenos en los alimentos que consumimos o resultan de su preparación; algunos de ellos son los nitritos, nitrosaminas, pesticidas y dioxinas. Las carnes rojas y procesadas contienen algunas de estas sustancias, por lo que no se recomienda que lo consumamos frecuentemente.
¿Qué cambios puedo hacer en mi alimentación y por qué?
El primer cambio que podemos implementar es aumentar el consumo de frutas y verduras a 5 raciones diarias, equivalente a 400 gramos. Estos alimentos tienen varios componentes que nos protegen contra ciertos tipos de cáncer como betacarotenos, licopeno, vitaminas A, C y E, entre otros. Los carotenoides como el licopeno son antioxidantes con propiedades antiinflamatorias que se pueden encontrar en el tomate, sandía, chabacano, pomelo. El resveratrol también es otro componente presente en uvas, cacahuates y moras con propiedades anticancerígenas, especialmente contra el de mama, próstata, estómago, colon y páncreas. La quercetina, por otro lado, se encuentra en una gran variedad de frutas, verduras y bebidas como el té y el vino, nos protege contra el cáncer de colon y pulmón.
El segundo sería limitar el consumo de carnes rojas a no más de 3 raciones a la semana (350 a 500 gramos), así como consumir poca o evitar las carnes procesadas. La razón de esto es por la exposición a los nitritos y su relación con el cáncer colorrectal. Además, los tipos de preparación como barbacoa, al grill o asar directamente en una llama, forman compuestos carcinógenos en la carne al someterla a altas temperaturas.
Como tercer punto, es recomendable consumir entre 25 y 30 gramos de fibra al día proveniente de alimentos. Las frutas y verduras nos dan gran parte de esta fibra, pero los cereales integrales (trigo, arroz, maíz, avena, centeno) y las leguminosas (frijoles, lentejas, soya, habas, garbanzos) también son una fuente muy importante. Además de su contenido de fibra, tanto los cereales como las leguminosas aportan antioxidantes quimiopreventivos como la vitamina E, tocotrienoles, ácidos fenólicos, ácido fítico, etc. Es importante que se consuman los granos enteros, porque si pasan por un proceso de refinamiento, como el del pan blanco, se concentran los azúcares que tienen los cereales de forma natural y se reduce la cantidad de vitaminas (hasta un 92% en el caso de la vitamina E) y minerales.
El consumo de alcohol, aun con un consumo moderado, se ha relacionado con múltiples tipos de cáncer. Los elementos que conforman el alcohol como el acetaldehído y estradiol nos llevan a un estado de inflamación y esto puede llevarnos eventualmente a que se forme el cáncer. Por este motivo, la cuarta recomendación sería evitar el consumo de alcohol. Dos o más bebidas alcohólicas diariamente aumentan el riesgo de tener cáncer colorrectal y más de tres bebidas el de estómago e hígado.
Y por último, el quinto cambio sería que limitemos el consumo de alimentos ultra-procesados. Principalmente, son formulaciones que se basan en sustancias que se extraen o derivan de alimentos y van acompañados de aditivos que les dan mejor sabor, color y textura con la finalidad de imitar otros alimentos. Además dan un gran contenido de azúcares, grasas saturadas, trans y sodio, y un bajo contenido de proteína, fibra, vitaminas y minerales a nuestra dieta. Algunos ejemplos son: refrescos, leches con sabor, jugos, galletas, pasteles, panqués, papas fritas, helados, chocolates, cereales de caja endulzados, barritas y margarinas.
Para cerrar...
Si bien existen varias razones por las que nos puede dar cáncer, podemos tomar acciones para evitarlo como nutrir a nuestro cuerpo con comida de calidad, fortalecerlo con actividad física, proteger nuestra piel del sol, evitar el tabaco y bebidas alcohólicas, vacunarnos contra virus y bacterias y realizarnos análisis de sangre y pruebas de forma regular. La prevención es clave para frenar que el número de personas diagnosticadas con cáncer aumente con los años.
Cuando se actúa, es posible prevenir más de un tercio de los casos por cáncer. Si se detecta alguna anormalidad de forma temprana y hay un tratamiento adecuado, otro tercio de los casos se puede curar. Cada vez hay más información, lo cual nos acerca a lograr reducir los factores de riesgo, aumentar la prevención y mejorar el diagnóstico, tratamiento y cuidado de esta enfermedad.
Referencias
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